sábado, 19 de mayo de 2007

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Newell's recibe a San Lorenzo, el puntero del campeonato

En el actual Clausura no hay mejor rival que San Lorenzo para que un equipo se anime a dar un salto de calidad. Para Newell's el partido de hoy es la gran oportunidad de darse uno de los grandes gustos del torneo, más allá de que el pleno lo gritó hace quince días ante Central.

Newell's no está solo en esta aventura. Cuenta con apoyo emocional y el deseo de Boca, Estudiantes y River, los equipos más deseosos de ver trastabillar al puntero en la carrera por el título.

Pero si Newell's quiere alegrar a propios y extraños deberá jugar un partido de extrema concentración. Es que para ganarle a este San Lorenzo dirigido por Ramón Díaz no basta con ser superior en el desarrollo. También hay que saber aprovechar los momentos favorables que entrega el partido. Y San Lorenzo demostró ser muy astuto en ese aspecto.

Podrían enumerarse varios partidos del campeonato en los que no fue mejor que su adversario y sin embargo los definió y cerró con una frialdad asombrosa. Newell's fue la contracara cuando le tocó moverse en esas circunstancias. El equipo de Marini encadenó varios buenos resultados (ni hablar el del clásico) pero claudicó ante Boca, justo el partido en el que debía transformarse en un equipo capaz de subirse al gran escenario.

Marini tomó nota de los defectos en los que cayó su equipo frente a Boca y por eso diseñó un mediocampo igual en lo nominal pero distinto en lo posicional. La clara intención es hacerle sentir el rigor de la marca a los volantes de San Lorenzo. Apostó por Bernardello en lugar de Araujo pero reacomodó a Zapata recostado por la derecha, quien deberá obstaculizar el recorrido del Malevo Ferreyra. El Cabezón y Husain se repartirán la zona central y Lucero estará obligado a un recorrido más largo por su sector. Por momentos ocupará posiciones defensivas, como una suerte de marcador de punta izquierdo, tratando de cubrir las subidas escalonadas de Rivero, Hirsig y el escape de Lavezzi. Cierra el circuito de juego Silvera, un goleador exquisito al que Marini ya le destinó a Aguirre y Spolli como sus anticipadores.

Newell's tiene la gran posibilidad de convertir en realidad lo que muchos quisieron pero no lo lograron: interrumpir la marcha ganadora de San Lorenzo y mandarlo a la banquina.





No tuvo argumentos



Nada por aquí. Nada por allá. Y el mago no sacó un conejo de la galera porque sencillamente no había ninguno. Nadie capaz de sorprender. Menos de pensar. Y entonces, el partido de La Paternal fue un flipper donde la bola no fue tratada sino que se golpeaba contr
a las piernas de los jugadores y volvía una y otra vez. Así jugaron anoche Argentinos y Central. Y la lectura que cuenta para el equipo canalla es que, más allá de las buenas intenciones, no apuntaló la victoria ante Racing y no creció como expresión de conjunto. Se podrá decir que se alejó todavía más de la Copa Sudamericana, pero ese objetivo fue siempre más declamado que real. Excepto la búsqueda sin final de Angel Di María, algunos cortes de lujo de Ronald Raldes y la seguridad continuada de Cristian Alvarez, Central no dejó una imagen de consistencia. No es que no haya sido ambicioso, porque de hecho merodeó más que Argentinos, pero no tuvo mayores argumentos para desequilibrar. La sensación fue que era un partido ganable, pero no supo cómo. Que Argentinos sólo haya llegado con dos cabezazos, uno furibundo en el travesaño de Desábato a los 17’, y otro de Choy que Alvarez descolgó del ángulo a los 85’, habla de un ordenado trabajo defensivo general, sólo complicado en pelotas de aire. También sugiere que Central controló a un rival que no perdió de local en este Clausura. Pero sólo eso. Con la pelota en los pies, el equipo de Ischia fue la intermitencia del Toti Ríos, el barullo en las proyecciones de los laterales, el pelotazo para que Gonzalo Belloso pierda de pivot en vez de buscarlo en velocidad, y una nueva ausencia del Kily González en la generación de juego, como así también una más lógica de Damián Díaz. Esa cosecha irregular de individualidades, a la que podría sumarse a un Damián Ledesma muchas veces corrido como volante derecho ante el desorden táctico de Ríos, prevaleció nítidamente sobre la insistencia de Di María para atorar a la dubitativa defensa local. Si con tan poco Central llegó a ponerse a tiro de ganar, en unas incursiones mal terminadas y sobre todo en un mano a mano que el propio Di María definió defectuosamente, el asunto pintó para tocar la puerta de un triunfo posible por impresión, pero imposible por convicción. Central no creció porque en definitiva le faltan motivos suficientes. El equipo, que pasó tres procesos en la temporada y le afecta el clima político que vive el club, entrega adentro de la cancha la realidad de afuera. La sensación entonces, en un Clausura que llega a su fin, es que hay que tomárselo con calma porque no queda mucho más por hacer. En estas circunstancias, se sabe, los nuevos campeonatos ofrecen la oportunidad de barajar y dar de nuevo.




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